Entrevista a Élida Dorscht, conmemorando el Día Internacional de la Mujer

Conmemorando el Día Internacional de la Mujer, tuvimos una muy linda charla con la colega Élida Dorscht, mat provincial 487, egresada de la Universidad Nacional de La Plata en 1979. Élida es la colega con más tiempo de ejercicio profesional en Bariloche. Por ello es que la contactamos para que nos cuente un poco sobre sus vivencias, miradas, experiencia.

Élida, te criaste en una ciudad completamente diferente a la de hoy, y, terminada la secundaria debiste viajar hacia la ciudad de La Plata para comenzar tus estudios en la facultad de veterinaria. Cuáles crees que fueron las motivaciones, en esos años, para estudiar, para convertirte en una veterinaria, dejar la pequeña aldea de montaña e irte a una ciudad?

La decisión de irse a estudiar tan lejos, hace más de 40 años, salir de un pueblito como era San Carlos de Bariloche en ese momento, e irse a toda una ciudad como La Plata, significaba algo bastante difícil y era un verdadero desafío. Desde  muy chica, tendría 3 ó 4 años, ya decía que iba a ser médico veterinario o médico y nunca nada me sacó del camino y al día de hoy si eligiera nuevamente una carrera, elegiría la misma. Probablemente, la desarrollaría de forma diferente pero volvería a estudiar veterinaria y, o medicina. De hecho, como en La plata están en el mismo lugar, veterinaria, medicina y agronomía, el primer año comencé las dos carreras, pero descubrí que debía decidirme por una de las dos porque no tenía resto. Además, en esos tiempos, todo era muy costoso, no como en la actualidad, que, con subirse a un avión, ya podemos estar en otro lugar, eran viajes muy costosos en micro. Me financiaba la carrera. No éramos muchos los que íbamos desde tan lejos.  Éramos dos o tres de Bariloche, Jorge Steiner;  Raúl, (Spoturno) ya había egresado o estaba en sus últimos años de carrera.  Entonces éramos contados y a todos les llamaba la atención,

Así que luego, como en La Plata, eran muchos del interior del país, una se iba adaptando, pero yo extrañaba mucho Bariloche y debía quedarme todo el año para estudiar duro y rendir en diciembre para volver a Bariloche a trabajar en verano como guía de turismo en Turisur. Durante el año debía administrar muy bien los recursos, extrañar un montón pero iba detrás de mi objetivo sin claudicar, así que era toda una decisión que requería de mucho coraje y perseverancia.

En esos años, a diferencia de lo que se ve desde hace dos décadas, las ciencias veterinarias eran una profesión casi exclusiva de los hombres. Hoy eso se ha invertido completamente. ¿Cómo fue estudiar y luego desarrollarse profesionalmente en aquellos años?

Si bien en esos años, Veterinaria era una profesión muy elegida por los hombres, en La Plata, éramos muchas las mujeres que estudiábamos la carrera, y eso que decís no se notaba. Y encima éramos muchos del Interior del país y de la provincia de Buenos Aires.  Una, enseguida, armaba su grupito de estudio y jamás noté diferencias por ser hombre o mujer. En el ejercicio profesional, si, cuando yo regresé a Bariloche, las mujeres siempre estábamos destinadas a hacer animales  pequeños y eso si lo viví, porque, por la forma en que me crié, tal vez yo debería haberme dedicado a animales grandes, quizás sobre todo equinos. Y muy pocas veces he atendido un caballo. Al volver acá ya era otra cosa, ir a los campos era para hombres. Al iniciarme en la profesión, yo tuve la suerte de poder comenzar a trabajar y ser guiada por el Dr Jorge Fusswinkel quien me enseñó todo lo que sabía de su práctica y de sus conocimientos esos años, y era  él quien iba a los campos a hacer todos los trabajos donde  lo acompañé una que otra vez a  alguna cesárea, por ejemplo.  Y si, allí, se referían a él más porque era el profesional a cargo, y tal vez ahí si se notaba que el hombre era más para ese tipo de trabajo en animales grandes.

Pero en general nunca tuve problemas; si bien soy individualista, he trabajado muy bien cuando se forman grupos de trabajo donde cada  uno cumple su parte.

Una vez egresada, volviste inmediatamente a Bariloche o permaneciste en La Plata? Y cómo encontraste la  ciudad, el barrio después de los años de estudio, cómo te fuiste  insertando en su actividad profesional?

Ni bien me recibí, quería volverme a mi pueblo, porque extrañaba, por el clima, y otras cosas no quería saber más nada con seguir allí. Entonces volví, ni bien salí de la universidad sin saber poner una endovenosa,. Yo era muy buena estudiante, fui ayudante en varias materias, pero cometí el error de, en las clases prácticas de pequeños, por ejemplo, de no  estar en primera fila, preguntar y meter mano; tal vez por vergüenza. O sea, era muy buena en la teoría, pero en las prácticas estaba en la última fila con las manos en los bolsillos del guardapolvo. Nunca hagan eso, para los nuevos profesionales, Y al volver a Bariloche, en la práctica, tenía problemitas; y me puse una veterinaria, yo sola. Un día atiendo un paciente, lo recuerdo perfectamente, un gato siamés, una señora bastante mayor, con un carácter un poquito duro, con una infección. Le administré una penicilina y el gato manifestó una reacción alérgica, y se me quemaron los papeles. Entonces, lo que hice, yo estaba en el km 4 de Pioneros, fue irme en el auto de la señora hasta el centro, a la veterinaria del Dr. Fusswinkel (padre) y él, con toda su calma y tranquilidad me dijo que no me preocupe, le aplicó un corticoide y al rato el gato estaba lo más bien. Y ahí me dijo que, cuando necesitara algo, fuera. Al tiempo, me llamó y comencé mi carrera al comenzar a trabajar con él. En esos tiempos había un señor que atendía en la recepción, que sabía una barbaridad porque se había formado con Jorge y entre los dos me enseñaron un montón de cosas. Más allá de estar siempre agradecida, nos hemos divertido, hemos pasado tiempos gloriosos en esa veterinaria que se llamaba Veterinaria Alemana. Anécdotas tenemos tantísimas. Fueron años productivos, divertidos y muy diferentes. Porque nos conocíamos todos, aún era un pueblo chico, la gente que llegaba a la consulta era maravillosa porque nos habíamos criado con ellos. Para las fiestas nos traían cosas ricas, éramos como familia. Otro trato, esperaban y charlábamos tranquilos. En aquellos años, para las fiestas, nos cansábamos de procesar muestras para triquinellosis y terminábamos con los ojos cruzados de mirar al microscopio analizando. Era otro pueblo.  Hoy, ya retirada y jubilada sigo atendiendo a muchos que quedan y es un placer, porque luego de atender al perro, al gato, seguimos charlando de otras cosas. Esa  gente, hoy en día, me da calidad de vida y me da mucha enseñanza; es maravillosa. Yo creo que esta profesión es absolutamente maravillosa y yo la puedo seguir ejerciendo, no solo por la gente que conozco, sino por todos los colegas que me rodean y que a esta altura del partido siempre me ayudan de una manera u otra, porque los derivo,  porque les pido que me atiendan alguna urgencia, porque ellos tienen consultorio y yo ya no porque hago sólo domicilios… pero me parece que es maravillosa.

¿Cómo vivís los cambios en la medicina veterinaria a lo largo de estas décadas?

Cuando yo empecé a ejercer en la profesión, las cosas eran tremendamente diferentes a lo que son hoy en día,. no teníamos Rayos X, debíamos recurrir a los laboratorios humanos. No teníamos especialistas como tenemos actualmente, oncólogos, ecografistas, radiólogos. Era lo que sabíamos y usar el ingenio. Creo que los veterinarios tenemos un notable ingenio para solucionar los problemas con pocos recursos, eso es algo para destacar. No voy a decir que “lo atábamos con alambre” pero estábamos bastante cerca. Para las fracturas, se usaban las famosas férulas de aluminio y la pata estirada. Si no quedaba otra que tener que sacar una placa, recurríamos a una de las clínicas locales y en horarios en los que no había pacientes ingresábamos los perros por ventanas, puertas de otro lado, y el radiólogo de la clínica que siempre fue una gran persona y nos enseñaba, sacaba las placas. Hoy en día, tenemos colegas que sacan unas radiografías magníficas, maravillosos, ni hablo del área de ecografía, donde tuvimos la verdadera fortuna de que alguien especializado, el Dr Horacio Pereyra, decidió instalarse en Bariloche y fue una bendición para nosotros. Hoy hay especialistas, tenemos quien haga los análisis de sangre, tenemos todos los servicios,. En esos tiempos debíamos arreglarnos con poco, hoy tenemos todo a disposición, cambiaron las comunicaciones y eso también facilita las cosas. Es absolutamente distinto, y cambia a una gran velocidad y se debe estar muy ágil de cabeza y de actitud para más o menos ir acompañando esta ola de crecimiento en la profesión y disponibilidad de medios. No queda otra solución, aunque uno sea individualista, que trabajar con otros, derivar, pedir ayuda, hacer cosas juntos.

Como cierre podría  decir que es muy noble profesión, hay que ejercerla con dignidad. Nuestros pacientes no hablan pero de alguna manera se expresan y tenemos que ser muy correctos. Y lo que diría para todos es que, cuando salimos de egresados en esta profesión, primero que creemos que lo sabemos todo y no necesitamos pedirle ayuda a nadie. Tampoco queremos pedir ayuda porque nos da vergüenza o porque nos creemos omnipotentes y así nos pasan cosas que no deberían sucedernos, no deberíamos cometer algunos errores. Para aquellos que recién se inician… nunca dejen de ser humildes en el ejercicio de la profesión, sepan decir “no se, pero lo voy a averiguar”, sepan pedirle ayuda a los colegas que saben más y ejerzan con, como dije, con dignidad, con nobleza. Nunca dejen de hacerlo y nunca dejen de leer un poquitito sobre la profesión cada noche,  algo siempre va a quedar. Eso es todo lo que podría llegar a decir…

Muchas gracias Élida!!!!